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Pronunciamientos Nota de la Red Alas Brasil sobre el atentado terrorista de extrema derecha contra la democracia brasileña
10 Enero 2023
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Nosotras/os, las/los participantes de la Rede Alas Brasil, venimos a expresar el sentimiento que compartimos con todos los movimientos sociales inclusivos, democráticos y defensores de derechos de nuestro país. El más vehemente repudio y activa movilización contra el cobarde intento de golpe de estado promovido por “bolsonaristas” apoyados por el aparato de seguridad de Brasilia, ocurrido en Brasilia, este domingo 8 de enero de 2022.

En este domingo, alrededor de 4.000 delincuentes se dirigieron a la capital brasileña en autobuses desde diferentes puntos del país para sumarse a los que allí estaban, convocando a un golpe militar contra el gobierno democráticamente electo el 30 de octubre y juramentado el 1 de enero. El movimiento de los golpistas ya había sido advertido por las autoridades federales que alertaron al gobernador de aquel Distrito Federal, responsable por la seguridad de Brasilia. Se definió un plan para mantener el orden y proteger los edificios públicos. A última hora, la mañana del domingo, ese plan fue modificado y, con el visto bueno del gobernador del Distrito Federal, Ibaneis Rocha Barros Júnior, que resultó electo con el apoyo del ex presidente Jair Bolsonaro. Además del gobernador, el ex ministro de Justicia del gobierno Bolsonaro y actual secretario de seguridad de la capital, Anderson Torres, fue responsable de vigilar e implementar las medidas que deberían garantizar que cualquier manifestación respete el orden democrático y la propiedad pública. Torres, sin embargo, viajó a Miami en EE. UU, adónde corrió el ex presidente Bolsonaro días antes del final de su mandato.

Reunidos en la terminal de ómnibus de Brasilia, los golpistas marcharon hasta la monumental plaza donde se concentran los edificios de los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial, escoltados por la policía de Brasilia. Llegando al destino, los pocos policías asignados a la vigilancia no ofrecieron resistencia. Los pocos que lo intentaron fueron atacados sin el apoyo de quienes escoltaban a los asaltantes. Y la guardia presidencial no fue suficiente para mantener el orden ante la suma de las fuerzas de los golpistas civiles y el propio aparato de seguridad gubernamental, más que indulgente con la violencia que se desarrollaría a lo largo de la tarde y primeras horas de la noche. En ese momento la residencia oficial del Presidente de la República y los edificios de los tres poderes estaban vacios. El palacio presidencial se sometería a remodelaciones y los demás edificios quedaron vacantes para el receso de fin de año. Estos símbolos de la república con sede en la ciudad diseñada por el arquitecto Niemeyer para significar la unión de todos los brasileños fueron vandalizados por muchas horas. la destrucción fue enorme: durante la invasión se destruyeron muebles, se rompieron documentos, se sustrajo un ejemplar de la Constitución que sucedió a la de la dictadura cívico-militar, se destruyeron obras de arte a golpes de cuchillo, se tiraron por las ventanas o se robaron, los salones de sesiones de la Cámara de Diputados y del Senado fueron vandalizados, robaron armas de la oficina de seguridad institucional, desperdicios dejados por la turba que se sintió libre de grabar imágenes para las redes sociales con su habitual bestialidad e incluso destacando el apoyo que tenían de miembros de las fuerzas armadas y de la policía.

Al final de la tarde de este mismo domingo, el presidente Lula decretó la intervención en la seguridad de la capital, como prevé la Constitución. Los edificios fueron desalojados y los delincuentes comenzaron a ser detenidos e identificados por la Fuerza de Seguridad Nacional, bajo el mando legal del gobierno federal. En la mañana de este lunes 9 de enero, el Supremo Tribunal Federal fue removido del Gobierno, por 90 días, el Gobernador del Distrito Federal, ampliando la intervención en la administración de la capital del país.

Lo que queda claro es que esta movilización fascista, las omisiones de las autoridades, las desviaciones del plan de seguridad no fueron improvisadas ni por decisiones individuales de los agentes policiales. El ex presidente Bolsonaro y los políticos que lo apoyan con voz pública continuaron con lo que fue la única creación de su gobierno: la construcción sistemática de un clima de odio y desprecio por la democracia. Bolsonaro, en sus acciones, respaldó las acciones más fanáticas de sus seguidores radicales, los apoyó en alentar la ruptura de la jerarquía de las fuerzas de seguridad en las unidades federativas.

Los defensores de los Derechos Humanos brasileños somos conscientes del legado brutal que las dictaduras dejaron en las fuerzas de seguridad de Brasil. Militarizados, de origen extremadamente violento, aún son muy resistentes a las ideas democráticas y muy sujetos a la corrupción. En su accionar cotidiano se verifican aún en el período democrático desapariciones forzadas, torturas, racismo, sexismo, masacres, asesinatos, amenazas y todas las formas de falta de respeto a la humanidad. La policía que nació en la época colonial y se especializó durante las dictaduras en ser una barrera de contención y represión contra el pueblo a favor de las clases dominantes es hoy muy inclinadas a los golpes de Estado. El bolsonarismo no solo alentó lo peor que habita en la cultura militar y policial, sino que corrompió su mando y lo puso al servicio de su proyecto de mantener en constante amenaza a las fuerzas democráticas instituidas y a la población civil. Utilizó a las fuerzas de seguridad como fuerzas de inseguridad para la población y para la democracia. Además, armó a sus seguidores con medidas que facilitaban el acceso a armas sin control.

Si bien este episodio de invasión de edificios en Brasilia representa en realidad la agonía de un grupo que gobernó la desgracia del país y fue destituido del poder por el pueblo, es de extrema gravedad para el orden democrático en Brasil y América Latina. No es nuevo que desde los movimientos sociales democráticos de Brasil insistamos en que lo que pasa en este país repercute en los países del continente. Y el continente sirve de laboratorio para las estrategias de la extrema derecha en el mundo. El asalto a una democracia es una amenaza para todos y todas.

El vandalismo de los terroristas de extrema derecha en Brasil evoca la invasión del Capitolio de Estados Unidos el 6 de enero de 2021, cuando se produjo la derrota electoral de Donald Trump. Este simbolismo alimenta a seguidores del autoritarismo y sustenta narrativas que sustentan ataques a los Derechos Humanos y la Democracia, en nombre de un orden reaccionario que opera bajo el mandamiento de matar y dejar morir. El horror y la negligencia dolosa fueron el resultado del golpe parlamentario de 2016, la espectacularización de las acciones policiales que apoyaron el proceso Lawfare con las consecuencias más catastróficas que vemos hoy contra el civismo y la democracia.

Nosotros en Brasil enfrentamos el desafío de reconstruir un país. No puede haber simbolismo más elocuente que la reacción de los fascistas cuando pretenden destruir los símbolos del orden instituido y los que nos unen. No podrán silenciarnos, destruirnos o detener el curso de lo que apunta más allá de la reconstrucción. Brasileños y brasileras somos mucho más de lo que ven en nosotros los gobernantes. somos más de lo que se nos permitió ser. Somos ahora y siempre la fuerza que alberga y se reconoce cada vez más en la diversidad y que ve en la igualdad la base de toda justicia. Por eso nos damos cuenta de que lo que está en juego ahora no es sólo defender el gobierno elegido democráticamente contra las fuerzas de la necro política. No es la defensa exclusiva del gobierno legítimo de Lula solamente. Ni del Congreso ni del Senado ni de la Corte Suprema, contra los cualesT también tenemos críticas y enfrentamientos. Pero que reconocemos como instituciones legítimas porque son logros de nuestra lucha contra fuerzas que nos subestiman, nos utilizan, nos violan y nos matan, atentan contra nuestro entorno y nuestra cultura durante siglos.

En este momento es el Brasil que promueve la vida que se une en actos públicos contra el más grave ataque a la democracia desde el fin de la dictadura cívico-militar en nuestro país. Además de todas las investigaciones legales, procesamientos y castigos necesarios, lucharemos por el fortalecimiento de la democracia contra la política de muerte de los fascistas. Defendemos el Brasil hecho por mujeres, por negros, por pueblos originarios, por periferias y zonas del interior donde la vida no es garantía, por minorías LGBTQIA+. Por ello, no solo repudiamos, sino que expresamos nuestra movilización activa contra el fascismo y todas sus caras. A las estrategias de lawfare, corrupción, multiplicación de imágenes y fake news que participaron en la antesala del terrorismo violento, responderemos con nuestro trabajo habitual, nuestra entrega de vida. Ya no se tolera la estafa. Ya no se tolerarán órdenes que nos falten al respeto. Cualquier perspectiva de tolerancia o reducción de la importancia del racismo, el capitalismo financiero depredador, el reblandecimiento de la violencia machista y el patriarcado, la explotación destructiva de la naturaleza que están en la raíz del intento de golpe de Estado ocurrido en Brasilia este domingo y gestionado a lo largo de los últimos años.

Las distintas formas de saber, de experiencias plurales que componen nuestro pueblo, nos unirán sabiamente contra la bestialidad de la extrema derecha y fortalecerán nuestros lazos con América Latina. Hacemos un llamado a todos los que defienden los derechos humanos y la verdadera democracia a difundir esta nota nuestra y permanecer unidos en nuestra movilización. Los fascistas no pasarán, no pasan. Brasil y América Latina tienen hambre de vida, igualdad y verdad. Que este episodio marque el fin de todo apaciguamiento de las injusticias y la violencia en Brasil.

Nota en portugues

Autora foto: Ana Fernandes

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