Somos todos parte de la misma historia

Me parece que los colombianos nos reconocemos en el tricolor, nos sentimos colombianos.
Un orgullo que cada uno siente a su manera, muchas veces con características de pandilla, pero la bandera y la forma del país son siempres las mismas. Apátrida es un insulto que leo a menudo, y este es un síntoma de buena salud identitaria, en el sentido que hay un sentimiento, una entidad con la cual todos nos relacionamos y muchas veces nos une – no es solo deporte.

Otro punto que nos une es el dolor de tantos años de violencia, que ha dejado huella en todas las familias. Son muy pocas las familias que este conflicto armado no ha afectado directamente.

Reconociendo el sufrimiento del otro, quien quiera que sea ese otro, vemos que no hay un dolor mayor que otro.

Todos sentimos el mismo dolor que causa la muerte violenta de un ser querido. Cada cual reacciona y somatiza distinto, pero el desgarre de una parte del cuerpo y del alma la sentimos todos. Ese dolor lo siente el campesino, el indígena, el guerrillero, el soldado, el paramilitar, el civil, el adulto, el anciano y el niño.

Sobretodo lo sienten los familiares y amigos de las víctimas. Los que quedaron vivos.
Los que se salvaron muchas veces se preguntan porqué no les tocó la misma suerte y aveces anhelan refugiarse en la muerte en vez de seguir viviendo, cargando un gran peso e intentando convivir día a día con la ausencia, con los fantasmas.
El dolor de todas las viudas y viudos, los huerfanos, los familiares y amigos de quienes han sido víctima de tanta violencia, tienen la misma dignidad.

En el dolor del otro reconozco el mío, en el relato del otro me encuentro y lo siento, parte del mio. Hay una parte de su historia que se cruza con la mia, que habla de mí y que me habla a mí.

Porque víctima es el joven soldado que se siente “el deber” de matar a un hermano en nombre de la Patria.
Porque víctima es el joven que ve en la guerrilla el único modo para poder decir lo que sueña para su Patria
Porque victima es el paramilitar que pierde su humanidad en nombre de no logro entender qué.
Porque víctimas son los hijos que no volveran a abrazar a sus padres.
Porque víctimas son los padres que no podran abrazar sus hijos.
Reconozcámonos en esa dignindad y esfuerzo que lleva cargar, cada uno con su luto.
Reconozcámonos ciudadanos de un mismo país.
¡Reconozcámonos! Somos todos parte de la misma historia.

No se olvide que no puede existir paz si no hay justicia social y una sociedad libre no puede desarrollarse si no hay legalidad. Colombia es un país donde se siguen
abriendo fosas comunes, donde no son de ayer la práctica de falsos positivos, donde aún hoy quienes luchan por justicia y dignidad, quienes denuncian abusos y buscan la verdad son amenazados, torturados, asesinados y muchas veces, los más afortunados, no ven otra solución para salvar la propria vida y la de sus seres queridos que el exilio.

Mi esperanza es que ahora que la oligarquía colombiana no tiene más el espantapájaros guerrillerro, se logren fortalecer las organizaciones sociales que trabajan y luchan por un país donde se mejore la vida de la mayoría de los colombianos.

Donde cambie la forma de lucha de muchos opositores y soñadores, más no sus objetivos de apostarle a una sociedad más justa, que no se base en la explotación de un ser humano sobre otro. Que no se deje de luchar por una sociedad racional e igualitaria.

Espero se logre refrozar en el tiempo una propuesta política inclusiva, capáz de eliminar o almenos disminuir las desigualdades sociales, que aplique correctivos al mecanismo de distribución de los recursos económicos en la sociedad, respetosa de los derechos humanos, que siga desafiando la histórica clase dominante colombiana, que con instrumentos democráticos construya una alternativa. Que logremos a través de un diálogo continuo – que no será ni pacífico ni amable – fabricar las herramientas sociales y económicas para que los futuros ciudadanos de Colombia puedan seguir trabajando políticamente en el proceso de democratización del estado sin verse obligados a repetir en el futuro los actos de guerra que espero nunca volver a ver. Agachar la cabeza por miedo e impotencia, o tener que trasformar sus sueños, energías e ideas en balas y bombas para que sean escuchadas.

Como bien recuerda Estanislao Zuleta: “el diálogo con argumentos es una escuela de igualdad humana. No se trata de que yo acepte algo porque el otro me puede pegar o disparar, sino porque he comprendido que su argumento es correcto”.
Una cultura no de seres iguales mas si de valores comunes.

Sanemos nuestras heridas con verdad y dignidad porque solo así pararemos la espiral de violencia que todo destruye. Nuestra generación tiene ahora esta oportunidad: callar las armas y curar las heridas.
En la guerra ganan solo los que de guerra viven.
La biodiversidad que con orgullo se promueve dentro y fuera del país incluye los hombres y mujeres, nos incluye a nosotros todos y nos pone el reto de construir una Colombia diferente, que mire con orgullo los colores de nuestra piel y saque jugo de la historia que cada uno de nosotros heredó. Construir una cultura democrática. Un país plural, que valore sus diferencias humanas.

Un país donde logremos volver la vista atrás y ver la senda que nunca se ha de volver a pisar.
Que los sueños que tenemos no mueran con olor a polvora, no los paren los terribles gritos de los torturados, no marchiten sobre la tierra de las fosas comunes.

En la búsqueda de verdad, justicia y reparación me viene a mente la “Carta al Padre” de Kafka, que adapto a lo que estoy exponiendo (Franz me perdone), concluye diciendo: «Como es natural, las cosas no pueden encajar unas con otras en la realidad como encajan las pruebas en mi carta, la vida es algo más que un rompecabezas; pero con la busqueda de verdad, justicia y reparación, se esta llegando, a mi juicio, a algo tan cercano a la verdad que nos puede dar a ambos un poco de sosiego y hacernos más faciles la vida y la muerte».
¡Manos a la obra, nuestra labor sigue siendo arar en el mar!

Juan Camilo Zuluaga*

Version en Italiano del articulo: www.memoriaeimpegno.it/siamo-tutti-parte-della-stessa-storia/

*Hijo de Amparo del Carmen Tordecilla Trujillo, que desapareció tras ser detenida en la esquina de una calle de Bogotá el 25 de abril de 1989.