Carlos Cruz: “Éramos una bola de criminales que nos transformamos en educadores populares”
“Vengo de un barrio duro en el que todos los días había que luchar para ser alguien”, dice Carlos Cruz, para intentar explicar cómo fue que una infancia gobernada por todas las caras de la violencia lo llevó a convertirse en uno de los líderes más temidos de las pandillas de la ciudad de México.
Después de ver morir a demasiados amigos, y entender que la violencia no resuelve los problemas de fondo, Cruz decidió darle un vuelco a su vida. Se concentró en trabajar por pacificar los barrios y darle otras oportunidades a los jóvenes que sólo veían a la pandilla como futuro posible.
En 2000 fundó Cauce Ciudadano, y en 2001 junto a otros pandilleros construyó el primer centro de desarrollo comunitario Aprendiendo a Vivir, para prevenir el ingreso de niños y jóvenes a las redes del crimen organizado. Estos centros atienden a más de 3000 niños y jóvenes al año. Allí participan de talleres de computación, serigrafía, cocina; operan una radio por Internet y tienen un estudio de grabación para grupos musicales.
Hoy Cruz es un líder social de Ashoka y estuvo de visita por el país para contar su increíble experiencia en la reducción de la violencia y la delincuencia en los barrios más pobres.
-¿Cómo fue nacer en un barrio tan violento?
-Cuando tienes una madre que aprende a leer recién a los 16 años por la ausencia del Estado, esto lleva a una falta de entendimiento. Mi madre me decía que si ella hubiera sabido el 10% de lo que yo sabía sobre la violencia, no me hubiera educado con tanta violencia en casa. Yo era el más chico de cinco hermanos, en el norte de la ciudad de México. Mis padres no supieron qué hacer conmigo. Era un niño travieso e hiperactivo que estaba siempre al límite. Cuando vives en un mundo violento entiendes que es la única forma de resolver los conflictos. A nosotros nadie nos dijo que la violencia estaba mal. Podíamos suponerlo porque al otro le dolía, pero eso nos daba poder.
-¿Pasabas mucho tiempo en la calle?
-El Estado se ausenta cuando uno está en la calle. Uno se podría encontrar con propuestas de recreación o participación ciudadana, pero no hay nada y lo único que queda es el entramado de la calle. El primario lo hice en tres escuelas y el secundario, en otras tres. A los 13 años entré en la Vocacional en el área de físico-matemáticas porque me gustaba mucho entender cómo funcionaban las cosas. En la calle había una violencia territorial, pero en la Vocacional me encontré con una violencia institucional en donde el Estado ejercía un control sobre tu vida y no te dejaba ser libre, a través de grupos violentos como Los Porros. Y eso les daba luz verde a los grupos para robar. Veía gente con armas largas, cómo se robaba pólvora para armar dinamita o cómo se hacían bombas caseras.
-¿Cómo se vivía en tu casa tu actividad criminal?
-Yo vivía más fuera de mi casa que adentro. Me iba por unos meses y volvía. Mi madre estaba preocupada porque sabía que estaba en cosas raras y no quería exponer a mis otros hermanos. Lo que pasa es que uno aprende a hacer familia afuera.
-¿Cómo fue que pasaron de ser víctimas a victimarios?
-Nosotros peleamos contra los que tenían ese control. Fuimos más hábiles y nos quedamos con su poder. Y terminamos haciendo lo mismo que criticábamos, pero peor. Éramos 5000 chicos de 27 escuelas y 12 barrios. Hacíamos robos a casas, tráfico de armas, falsificación de documentos y procesos extorsivos. Con el tiempo aprendimos que ningún mecanismo de autodefensa violento termina con la agresión, sino que la profundiza. Entre 1987 y 1991 vi 20 homicidios de gente muy cercana. En 1995 rompemos con los políticos porque en ese entonces nos pagaban para que hiciéramos desmadres. Yo era el líder del grupo más duro porque no quería negociar ni con las autoridades ni con la policía. En 1998 hago una estada en unas comunidades en Guerrero y tomo conciencia de que la violencia que nosotros vivíamos era una carcajada frente a la violencia que vivían las familias que se morían de hambre.
-¿Qué hecho te decidió a dejar la violencia cómo forma de vida?
-De 1991 hasta 2000 no había habido ningún asesinato entre bandas. Habíamos hecho un pacto por el cual nosotros no nos metíamos en sus negocios ni ellos en los nuestros y no nos matábamos. En 2000 asesinan a un compañero y en vez de pedir venganza decidimos decir basta. Yo ya tenía 24 años y planteé la posibilidad de armar una organización que busque la paz.
-¿Cuál fue el cambio de paradigma que planteaban con Cauce Ciudadano?
-Yo quería crear un espacio en el que no hubiera violencia. No podíamos controlar lo que pasaba afuera, pero sí adentro. Y armamos la primera casa que tuvo Cauce Ciudadano en donde había reglas: no se podía tomar alcohol ni consumir drogas ni estar armado. Era un espacio para estar en paz. Y ahí llegaban los líderes de las bandas que después volvían al barrio y a la violencia. Y en paralelo empezamos a trabajar con nuestros enemigos en procesos de diálogo y paz.
-¿Cómo reaccionaron los pandilleros más violentos a esta propuesta?
-En la pandilla algunos me siguieron, otros pensaron que estaba loco y otros no querían dejar el negocio que tenían. A muchos no los pudimos convencer, pero tenemos las puertas abiertas para cuando quieran entrar.
-¿Cómo fue que se transformaron en educadores populares?
-Nos empezamos a preguntar cómo pudimos sobrevivir a tanta violencia. Y ahí nos dimos cuenta de que había factores protectores y que eso es lo que nos hacía salir de la adversidad. Y descubrimos que la propia pandilla tenía elementos de familia, de hermandad muy fuertes, porque además de ser solidarios éramos recíprocos. Y todo eso lo podíamos aprovechar de manera pedagógica. Vimos que éramos una bola de criminales, pero que además teníamos otros saberes y empezó una construcción pedagógica que nos transformó en educadores populares. La pedagogía de la criminalidad existe y eso quiere decir que si sabíamos enseñar, podíamos aprender y que podíamos generar una alternativa positiva. Empezamos a dejar de vender droga, empezamos a defender a las mujeres. En 2004 hacemos el primer proceso de Formador de Formadores con nuestra propia metodología.
-¿Y el barrio los recibió con los brazos abiertos?
Sí. Muchos teníamos causas penales y fuimos aprendiendo sobre la justicia restaurativa. Porque le queríamos devolver a la comunidad la tranquilidad que le habíamos robado. Y eso lo empezamos a hacer a través de procesos de mediación en los barrios y buscando disminuir el delito.
-¿Pudieron empezar a trabajar con el gobierno?
-Arrancamos una línea de diálogo con el Estado y decidimos que además de educadores éramos pandilleros constructores de paz. No decimos ex pandilleros porque sería renunciar a nuestra propia vida y experiencia. Empezamos a trabajar con los que ya estaban en las bandas y también con los que estaban deseando entrar a las bandas. Nos metimos de lleno en las escuelas para trabajar en prevención de delincuencia y violencia.
-¿Cómo es el trabajo que hacen en las cárceles de México?
-Trabajamos en 7 estados y jóvenes que antes eran pandilleros hoy son abogados y llevan adelante los procesos de defensa de los pandilleros. Uno de los capitanes de Los Zetas que está en la cárcel hoy es coordinador de nuestro equipo de mediación de conflicto. En las cárceles los presos tienen tres opciones: no decir nada y ser un monstruo, involucrarse y ser violentos o intentar vivirlo de manera diferente desde la educación, los talleres y la inserción laboral para poder salir mejor. Trabajamos con ellos y con sus familias. Y ahí nos encontramos con sus hijos de 11 años que estaban atravesando lo mismo que nosotros.
-¿Cuál es el abordaje que tienen con los jóvenes? ¿Cómo hacen para evitar que caigan en la delincuencia?
-Lo que estamos construyendo es Estado al final de cuentas y somos una de las organizaciones referentes para trabajar en delincuencia adolescente con pandillas y maras. Trabajamos con los que ya estaban en las bandas y también con los que estaban deseando entrar a las bandas. Nos metimos de lleno en las escuelas para trabajar en prevención de la delincuencia y la violencia con chicos de 11 a 15 años.
-¿En qué consiste el Programa Retorno?
-Es una iniciativa que funciona desde 2010 y permite el rescate de jóvenes que pertenecen a carteles del crimen organizado en seis ciudades del país.
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1858540-carlos-cruz-eramos-una-bola-de-criminales-que-nos-transformamos-en-educadores-populares