En el Dia de las Madres Libera se solidariza con las Madres de los desaparecidos
Una madre es la que cuida la vida de los hijos que ella ha traído al mundo y tiene en el corazón el objetivo preciso de seguir sus pasos, imaginando el inicio, pero sin poder imaginar el final. No hay palabra que defina una madre que pierde un hijo, porque parece completamente antinatural. Sin embargo, si sucede que un hijo pierde la vida, la madre encuentra la fuerza y la valentía para acompañarlo hasta el final, para ofrecerle el saludo extremo. Pero cuando un hijo es arrebatado a su madre con violencia y ni siquiera existe la posibilidad de saber si todavía está vivo o, para desgracia extrema, de acompañarlo a un entierro que devuelve una pequeña consolación, un mínimo de dignidad a esa muerte, esta es una circunstancia afuera del sentido de humanidad, una crueldad de la cual un ser humano nunca debería mancharse.
En este día de celebración, 10 de mayo, en el que recordamos a nuestras madres y sus sonrisas, no es posible olvidar a las madres cuyos hijos fueron desaparecidos y a las que no se le da ninguna posibilidad de tener la más mínima información de ellos. Hoy nos sentimos aún más cerca de estas madres, comprometiéndonos una vez más a difundir las historias de sus hijos, a recordar sus rostros y sus vidas. Estas madres valientes quienes cultivan diariamente la esperanza de que sus hijos sigan con vida, que no hayan sufrido, que no estén teniendo hambre y sed. Esta fortaleza para nosotros representa un estímulo para recordar diariamente lo que sucede en México y en los otros lugares donde se produce el fenómeno de las desapariciones forzadas.
Recordar es un gesto revolucionario. Libera siempre lo ha entendido de esta manera, no por un momento de pura conmemoración o memoria del pasado, sino un recuerdo vivo, capaz de dar sentido al presente y construir un futuro diferente. Una memoria revolucionaria, que tiene una base sólida, que se sustenta en los recuerdos de cada una de las madres, de cada hijo, de cada rostro. Una memoria que usa la palabra como una herramienta para pedir y para exigir justicia y verdad. Una memoria que no tiene y no puede tener fronteras. Porque nuestras voces unidas pueden sacudir la conciencia de todos.
Hemos consagrado nuestras vidas a la búsqueda de verdad y justicia para las muchas víctimas que aún no han sido reconocidas y es fundamental reafirmar el derecho de las muchas madres y familias de encontrar a sus seres queridos. Un derecho irremisible, piedra angular para todos nosotros, que puede ayudar a sanar las heridas en el alma de cada una de las madres. Esas heridas permanecerán visibles, signo indeleble del mal recibido y del dolor renovado por la ausencia física y la incertidumbre sobre el destino de los desaparecidos, pero desde ese dolor debemos construir la esperanza.
Es por esto que la memoria es vida.