Brasil: el cuadro actual esperando las Olimpiadas

Durante semanas, después de la suspensión de su oficio de la presidente de Brasil, Dilma Rousseff, ni una sola encuesta sobre la satisfacción de los ciudadanos sobre el nuevo gobierno interino ha aparecido en la prensa. Una situación que se mantuvo hasta hace pocos días, a casi dos meses de iniciar el procedimiento de juicio político Rousseff, que llevó a la destitución de la “Presidenta”. A pesar de haber ganado una lucha política turbulenta, el presidente interino, Michel Temer no logra lucir: un buen 39 % de los brasileños opina que el gobierno del líder del PMDB es malo o terrible.

Las causas podrían ser multíplices. Primero, millones de brasileños se encuentran en un estado de confusión. Especialmente aquellos que fueron persuadidos por meses a salir a la calle contra el Gobierno de turno para invocar la transparencia y combatir la corrupción, y en pocos minutos, después de la caída del Ejecutivo Dilma, en el cual ningún miembro resultaba entre los sospechosos, los mismos brasileños recibieron uno de los gobiernos más corruptos en el mundo civilizado: 15 ministros sobre 24 están bajo investigación.

Una fuerte discontinuidad se ha observado también en la política y economía. En tan sólo unos minutos, Brasil pasó de un gobierno de izquierda a uno de derecha, un gobierno conservador y ultraliberal. El ejecutivo está compuesto por hombres blancos, oligarcas, ricos, heterosexuales y corruptos. Este gobierno está llamado a mejorar el destino económico de un país en apuros y, por lo tanto, ha decidido adoptar una receta descaradamente neoliberal: privatizaciones salvajes, incentivos a la industria y mayores oportunidades de asociación público-privadas, junto con la reforma del derecho laboral y de las pensiones, que ya ha sido objeto de críticas y ha alarmado a los sindicatos.

Desafortunadamente, los resultados no coincidieron con las expectativas. En mayo, la Bolsa de Brasil cerró con una evolución negativa del 10,09%, el resultado peor desde septiembre de 2014. El dólar sigue ganando terreno y la euforia del mercado en vísperas del juicio político, jactada por los oponentes de Dilma, se ha desvanecido. La Administración Temer contaba con fuertes inversiones, tal vez suponiendo que garantizar políticas neoliberales y anunciar privatizaciones y reformas sería suficientes para atraer capitales hacia un país profundamente afectado por la recesión. Ni se consideró, quizás, que los inversionistas no se atreven a emprender caminos arriesgados en países inestables, tal y como se ve Brasil en estos días.

Descuidando las evaluaciones políticas en sí, los ciudadanos, ya azotados por la crisis, se vieron desconcertados ante la conciencia de que la discontinuidad forzada en el liderazgo del país no se movió hacia la superación de la corrupción sistémica, como los oponentes de Dilma habían ostentado durante meses. Día tras día, de hecho, la situación fue de mal en peor, hasta el golpe de efecto: la solicitud de detención para los presidentes de las dos cámaras del Parlamento, Eduardo Cunha (ya expulsado de su cargo) y Renan Calheiros, para el ex Presidente de la República Josè Sarney y el senador Romero Juçà por presunto intento de impedir la investigación Lava Jato sobre el sistema de soborno masivo entre Petrobras, empresas privadas y los políticos. Todos ellos están directamente involucrados en el asunto. La investigación Lava Jato había sido aprovechada por los adversarios internos de la “Presidenta” desde el día suiguiente a la reelección de Dilma a finales de 2014. Los mismos rivales cuyos nombres aparecían prominentemente en la investigación.

El “delator” Sergio Machado, colaborador de justicia que acusó a las máximas autoridades institucionales del país, relata muchos episodios detrás del escenario de corrupción en el marco de la investigación sobre el remolino de sobornos generado entre Petrobras, empresas privadas y partidos políticos. Machado menciona a Aecio Neves (el candidato de la oposición a la Presidencia derrotado por Dilma y candidato potencial para el próximo mandato presidencial) y al presidente interino Michel Temer. La noticia más interesante de los últimos días es que el presidente suspendido de la cámara baja, Cunha, que parece acercarse cada día más a las puertas de la cárcel, parece estar dispuesto a colaborar con la justicia. Una posibilidad muy interesante, ya que podría cambiar el destino del país y de toda su clase política. Al amenazar con la posibilidad de colaborar con la justicia declaró “Me voy a llevar comnmigo a 150 personas más”.

A unas semanas del inicio del juicio político de la presidente Dilma Rousseff, el escenario político e institucional brasileño se presenta muy enredado. Y la crisis política, que se suma a la crisis financiera, se desprende en un momento muy delicado para Brasil: en vísperas de las Olimpiadas de Río de Janeiro. Los juegos comenzarán el 5 de agosto, bajo los peores auspicios. El esperado encuentro con la historia corre el riesgo de convertirse en el peor boomerang de imagen en la historia.

Luigi Spera*

Articulo Luigi Spera – version italiana

*es autor del libro “Crimini e favelas” (Crimenes y favelas), ed. Eiffel, 2016